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jueves, 29 de julio de 2010

¿Realmente importa dónde has nacido?

La pregunta es razonablemente absurda porque la respuesta es razonablemente evidente: sí, claro. Reza el dicho popular que uno no es de donde nace, sino de donde se hace, demostrando que nuestros antiguos tenían un punto más de sabiduría y de sensibilidad ante ciertas cosas, que nosotros estamos perdiendo.

Obviamente, sí es importante dónde se nace, claro que lo es. No es lo mismo nacer en Suecia, por ejemplo, donde el nivel de vida es uno determinado, frente a hacerlo en Nigeria (empezando por la probabilidad de llegar al segundo año de vida). Tampoco es lo mismo nacer en el barrio de Salamanca de Madrid, o hacerlo en La Rosilla (paradigma nacional de poblado chabolista). Claro que no es lo mismo.

Pero es bien distinto reconocer el hecho de que el lugar de nacimiento condiciona tu vida, tus posibilidades de desarrollo, a llegar al absurdo de juzgar a una persona sólo (o prioritariamente) por su lugar de nacimiento; una cosa es que condicione lo que tienes, y otra lo que eres. Y me gustaría retomar en este punto la respuesta a algunos comentarios que he recibido al post sobre el estatut, que, aunque no comparto, reconozco que responden al sentir de un cierto número de personas de este país (espero y creo que minoritario), no sólo catalanes, sino de cualquier autonomía.

Algunas de estas personas parecen considerar que es mejor lo próximo, aunque malo, que lo lejano (¿malo conocido frente a bueno por conocer?), y prefieren que, por ejemplo, un juez o un maestro hayan nacido en un determinado ámbito geográfico, a que sean buenos profesionales, lo que, en mi opinión debería ser prioritario. Si yo estuviera enfermo y fuera a un hospital, esperaría que me atendiera el mejor médico del mundo, independientemente de dónde se halle el hospital y dónde haya nacido el médico; lo mismo aplica al juez que tuviera que resolverme algún problema, a los maestros de mis hijos, a mi jefe o al piloto de un avión… Y también aplica a los políticos: me gustaría que fueran los mejores administradores del mundo (en mi opinión un político no debería ser más que un mero administrador de los bienes públicos).

Hay una frase en uno de esos comentarios que dice algo como esto:
“… unos políticos mediocres a quienes los catalanes tenemos el derecho y el deber de vituperar y vilipendiar lo que nos plazca, pero son nuestros cabrones mediocres y los de nadie más, no creo que eso le de pie a nadie de fuera para atacarles…”
No sé qué opinaréis al respecto, pero a mi me parece que esa frase denota una ignorancia y radicalidad supinas (es curioso cómo ambos conceptos suelen ir unidos). ¿Por qué conformarse con la mediocridad? ¿Sólo porque han nacido cerca de casa ya deben ser la mejor opción? ¿Pensamos que así defenderán mejor nuestros intereses? ¿Acaso su lugar de nacimiento debe protegerles aunque sean incompetentes?

Sorprende también la contradicción latente muchas veces en personas que piensan así, digamos en “modo localista”, pero que luego se rasgan las vestiduras cuando aparecen brotes xenófobos o racistas. Ellos están favoreciendo estas situaciones al defender estas acciones proteccionistas con sus vecinos incompetentes, o al primar a sus vecinos en situaciones de competencia... se consideran muy “progresistas” y se les llena la boca llamando “fachillas” a los que pensamos que lo mejor no depende de dónde se haya nacido o del idioma que se hable. No; están equivocados; los progresistas somos los que defendemos la tolerancia y la flexibilidad… los fachillas son ellos.

Sinceramente creo que no hay mucha gente que opine así. No hay mucha gente que se considere a si mismos  mejor que el resto simplemente por haber nacido en un lugar determinado. No hay mucha gente que prefiera un mal médico sólo porque haya nacido en la calle de al lado. No hay mucha gente que vote a un político u otro por su lugar de procedencia. Y quien sí lo haga, debería reflexionar y pensar que estarán cada vez más solos… porque este mundo cada día está más y más globalizado, más interconectado y más mezclado; la justicia, la educación, las comunicaciones, son conceptos universales.

El respeto y el reconocimiento a los demás debería basarse en sus méritos, en sus capacidades y no en su lugar de nacimiento, su color de piel, su religión o su idioma. Ver lo que nos une debería ser más fácil que encontrar las diferencias. Entendernos debería ser prioritario.

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martes, 27 de julio de 2010

Escritores dando conciertos

Hace unos días escuché en la radio una interesante tertulia sobre el futuro del libro, en la que participaban profesionales ligados al sector, como escritores, editores o representantes. Bueno, digo interesante por conocer los puntos de vista de personas que deberían estar supuestamente apasionadas en un cambio que podrían aprovechar para reconfigurar y redefinir su negocio… y no tan interesante en lo relativo al contenido y los argumentos utilizados en la tertulia, ya que todos se limitaron a acudir a los lugares comunes, sin aportar excesivas ideas nuevas al debate.

Una de las ideas que surgió en la tertulia, como no podía ser de otra manera, era el paralelismo entre la situación de los libros y la de la música (que ya he tratado en este blog en un par de artículos anteriores). Que si la piratería, que si el DRM, que si qué mala es la gente que coge las cosas sin pagar… ideas fracasadas para justificar el status quo de una serie de profesionales que no son capaces de plantear las transformaciones a su agotado modelo de negocio que les estamos exigiendo los usuarios.

También surgió, cómo no, la cuéstión económica, en sus dos principales vertientes: los cambios necesarios en los porcentajes de reparto de beneficios (donde, claramente, el porcentaje del escritor debe crecer sustancialmente), y la reducción drástica de los precios de los libros que debe darse como consecuencia de la reducción de costes que traerá el libro digital (y es que, por más que se empeñen algunos, los usuarios seguimos sin creernos que un libro digital pueda costar entre 15€ y 20€). En este tema, al igual que ocurrió con la música, el mercado se autoregulará: si los autores no están satisfechos con sus porcentajes, buscarán otras vías de comercialización, y, si los usuarios continuamos considerándonos estafados, seguiremos sin pagar. Eldorado no existe.

Pero, sin duda, la idea más interesante de todo el debate fue, continuando con el símil musical, que los escritores no pueden dar conciertos para compensar la pérdida de ingresos. Es cierto que en la industria musical se están imponiendo los llamados “contratos 360º”, por los que una discográfica pasa a controlar otras facetas de los músicos bajo su control, como los conciertos, colaboraciones, músicas para TV o cine, grabaciones en directo, etc. Y parece evidente que está funcionando, ya que, si bien un disco es algo “pirateable” que, por tanto, ha perdido valor de negocio, la experiencia de un concierto ha visto como su valor crece, al tratarse de algo “único e irrepetible” (es cierto que puedes piratear el DVD de un concierto con una excelente calidad de imagen y sonido, pero la experiencia no es la misma, ni de lejos); esto hace que el público esté respondiendo, lo que provoca un incremento del número de conciertos y del precio de las entradas a los mismos, con el consiguiente sostenimiento de los ingresos para el artista. Posiblemente Bruce Springsteen (por ejemplo) estuviera más cómodo en su casa que pasando varios meses al año rodando por escenarios de medio mundo, pero ha sabido adaptarse y reconducir su negocio para continuar manteniendo los ingresos; de la misma forma, artistas emergentes están más interesados en dar conciertos que en grabar un disco. Quejarse es fácil, buscar soluciones, no tanto.

Pues este mismo camino debería explorarse también por los escritores. A pesar de que incrementando sus porcentajes mejoren su situación, deben buscar estas experiencias “únicas e irrepetibles” equivalentes a los conciertos de música, con los que comenzar a pensar en compensar las caídas de ingresos que sufrirán en los próximos años. Conferencias, artículos, colaboraciones… son vías que deberán potenciar para poder, no incrementar, sino sostener sus ingresos.

Y en el mundo literario aparece una vía adicional que no es muy factible en la música: la publicidad. Tengo la impresión de que es éste un factor inexplorado que, utilizado sabiamente, puede darles un empujón; obviamente, no estoy pensando en introducir anuncios en las páginas pares de los libros, como hacen las revistas, sino en algo más sutil: Mikael Blomkvist no tenía un portátil, sino un MacBook. Obviamente es muy complicado realizar esto en ciertas publicaciones como ensayos o poesía, pero para la novela me parece un artificio perfectamente válido (insisto, utilizado con inteligencia para evitar saturar al lector y que dé la impresión de estar leyendo un catálogo de El Corte Inglés). Como lector, no me molestaría especialmente que cierto personaje de una novela tomase sólo una determinada marca de ron, por ejemplo.

Es, en definitiva, apremiante que el sector del libro reaccione de una vez, y se dejen de argumentos autocomplacinentes para lamentarse por lo malos que somos los usuarios por aprovecharnos de ellos. Deben tener claro que si permiten que el negocio literario se hunda habrá sido culpa suya, no nuestra… y que quienes perderán serán ellos, no nosotros; por más que intenten solucionarlo todo a base de represión, como hacen algunos de nuestros más insignes (y vagos) músicos.  

Amigos escritores: a dar conciertos.

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lunes, 26 de julio de 2010

Se les gastó el morbo de tanto usarlo

No podemos negar que una de las "colas" (con perdón) más comentadas del mundial (¿qué mundial?... el de fútbol, hombre) ha sido el archimegasupervisto beso entre Casillas y la reportera más dicharachera de Tele5. Y es que durante un mes nadie ha podido con la información deportiva (futbolera)... ni la política, ni la crisis, ni, tampoco, me temo, la prensa rosa... Pero hete aquí que el beso de marras ha llegado como caído del cielo, como maná venido para facilitar la transición natural entre el mundial terminado y la información rosa que debe sustituirlo para que los españolitos podamos seguir viviendo en el limbo un poco más. Ni el propio Hitchcock lo hubiera hilvanado mejor...

Esta escena me ha dado la idea de escribir unas pocas líneas para dar mi opinión sobre el proceloso mundo de los mamoneos varios en que se ha convertido la prensa rosa últimamente. Aún recuerdo cuando ojeaba las pocas revistas del corazón que compraba mi madre, hace ya bastantes años... bodas reales, la Preysler, casas enormes, financieros que se van con rubias ligeras de ropa interior... aquello sí que era glamour...

Luego llegó Tómbola, y con ella consiguieron encajar este mundo con la televisión, cosa que hasta entonces no había funcionado demasiado bien. Y, aunque el formato cambió sustancialmente, hay que reconocer que, al menos en los primeros tiempos, seguía teniendo bastante gracia. Al menos quienes se encargaban de presentarnos las historias eran periodistas, y los famosos lo eran de verdad (algunos directamente y otros ya sólo por alusiones)... hasta que el cénit llegó el día que Chabeli Preysler se levantó y se fue en riguroso directo, dejándoles a todos con dos palmos de narices y conversación para un año. Aquel gesto fue casi como un epitafio para un glamour cada vez más sucio, más marrón, más barato.

Luego, poco a poco, resultó que ya no hacía falta ser alguien conocido por méritos propios, ni por ser "hijo de", ni "ex de"... empezó a valer haber tenido algún roce más o menos íntimo con algún "hijo de" o con algún "ex de" para que te pagaran una pequeña fortuna por salir en televisión a contar tus miserias, fueran reales o inventadas... bueno, de hecho, si eran inventadas tanto mejor, porque así podían estar luego otros tres o cuatro programas sacando testigos que certificaran que lo que se había dicho no era cierto.

Y tampoco era necesario ser periodista para estar del otro lado; también bastaba con haber dado buen juego en algún programa anterior o paralelo (como los esclavos romanos que, al sobrevivir a un combate con gladiadores, eran premiados con el derecho de unirse a estos propios gladiadores). Con el éxito de estos programas, los papeles se mezclaron... ya no estaba claro quién entrevistaba a quién, quién quería ser el famoso, quién interesaba más. Realmente, los entrevistadores eran y son, en muchos casos, más famosos que los propios entrevistados, a quienes ya casi nadie conoce; simplemente porque ellos salen en todos sus programas.

Así, poco a poco, hemos llegado a la situación de decadencia actual del sector que, más que maduro, está podrido. Hemos llegado a revistas cuyo principal interés radica en que enseñan fotos desagradables de famosos o famosillos; hemos llegado a programas donde se discute a gritos sobre la vida sexual de alguna gallinita; hemos llegado a perder nuestro valioso tiempo con tertulias sobre el tamaño del miembro del amante del primo de la esposa del hijo de un vecino cercano de un ex boxeador fallecido, con la esperanza de que, en el mejor de los casos, a alguna de las invitadas le dé por enseñarnos fugazmente sus nuevas tetas.

Se les gastó el morbo de tanto usarlo.

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jueves, 22 de julio de 2010

Harto de: Controladores sin control

Se veía venir… por la forma en la que se cerró el conflicto con los controladores aéreos hace unos meses, estaba claro que este verano íbamos a tener follón con ellos. Pues aquí está, ya están de “huelga de mentira”; para que luego digan que sólo los pobres están sintiendo los efectos de la crisis…

Estos señores (por llamarles algo digno de ser escrito en este blog) se han ido conformando como la élite de los trabajadores. Ganar sueldos de seis cifras (en euros, claro) no les impide formar sindicatos y realizar huelgas; pero, claro, como están suponiendo que la sociedad no les va a apoyar, no se han conformado con hacer una huelga normal, como la del Metro de Madrid, por ejemplo… no, los señoritos se ponen enfermos, así, de paso, cobran la baja, que hasta para eso son listos.

Esta gente tiene montado un pequeño clan mafioso donde sólo entra quienes ellos deciden que entre, y desde donde gobiernan todo su pequeño sector. Y como, desgraciadamente, el puesto es lo suficientemente crítico como para que no puedan ser totalmente sustituidos por sistemas automáticos, continúan chantajeándonos a todos los demás ciudadanos que pretendemos pasar nuestras vacaciones en paz y tranquilidad. Y se ríen de nosotros, de nuestras necesidades, de nuestros ridículos sueldecitos… ellos, que juegan con las bajas médicas para conseguir prestar más horas extraordinarias pagadas a precio de oro; y cuando algo no sale como esperan, no dudan en utilizarnos de rehenes para conseguir ganar aún más, porque en eso se parecen a los banqueros: son avariciosos.

Sólo espero que el gobierno actúe con la suficiente firmeza, dando pasos en la dirección de acabar con esta élite que no aporta nada positivo a la sociedad, y que constituye un mal ejemplo en los tiempos de crisis que nos ha tocado pasar. Parece que los pasos dados van en esa dirección, como el hecho de haber aprobado la sustitución de controladores civiles por otros militares en caso de necesidad, o de revisar si las bajas médicas de larga duración están o no realmente justificadas. Así, por lo menos, no tendremos que pagar las horas extra a precios exorbitados con las que nos chantajean. Invertir en sistemas automáticos fiables sería una muy buena opción también, para reducir nuestra dependencia a largo plazo; sinceramente, creo que el trabajo generado en el sector tecnológico para desarrollar estos sistemas sería mucho más beneficioso para la sociedad que continuar pagando estos sueldos durante más tiempo.

Es inaceptable la forma en la que podemos vernos afectados por esta panda de mafiosos, irresponsables y avariciosos. Es inaceptable el ejemplo de insolidaridad que están dando a toda la sociedad. Es inaceptable el cinismo con que los representantes sindicales justifican estas “epidemias” que de vez en cuando hacen que la mitad de los controladores de un aeropuerto enfermen a la vez. Hay que echarles a la calle… a ellos y a los médicos que les han facilitado las bajas. Esto tiene que terminar con despidos procedentes.

[Actualización 27/09]: A lo largo del tiempo que lleva publicado este blog se ha generado un debate que considero muy interesante en los comentarios. Invito al lector a bajar un poco más y leérselos, ya que allí podréis encontrar opiniones diferentes de la mía, escritas por los propios controladores, que, sin duda, enriquecerán vuestra visión de la situación.

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martes, 20 de julio de 2010

¿Debería Contador haber esperado a Schleck?

Ayer parece que ocurrió algo más o menos interesante durante la etapa del Tour. Esto en si, vistas cómo están las cosas este año, ya da para un titular de cualquier blog, pero me gustaría ahondar un poco más.

Una vez terminada la tradicional siesta-tour, asistí atónito a las críticas vertidas contra Contador por haberse escapado de Schleck durante la etapa del Tour. En principio pensé, ¿no se supone que está ahí para ganar el Tour? ¿No le pagan por intentar ganar? ¿Por qué le silban entonces?

Luego escuché las crónicas de los comentaristas y leí los resúmenes en la prensa, e incluso volví a ver el vídeo (ya sin sueño) y me acerqué un poco más a entender el conflicto, reconozco que sin conseguirlo del todo... Resulta que, mientras el ciclista belga atacaba a Contador en una subida, se le salió la cadena de la bici al coger un bache; Contador, que iba detrás, supongo que con 200 pulsaciones, continuó subiendo... ¡sin esperarle! ¡qué escándalo! ¡qué falta de deportividad! ¿Cómo se puede consentir que un ciclista cualquiera le haga esto a otro? El hecho de que Contador ya haya ganado dos veces el Tour no tiene nada que ver... ni tampoco que Schleck sea belga y hable francés (supongo que como hace tanto que un francés no gana el Tour, el público ya se conforma con que el ganador hable el mismo idioma que ellos).

Por llevar la situación al absurdo, creo que debemos instaurar el concepto "esperar por" en todos los deportes. Algunos ejemplos donde sería muy útil:
  • Cuando Hammilton se salga en un circuito, Alonso (sólo Alonso, ¿eh?) deberá esperarle... ah, vaya, si esto ya ocurre...
  • Cuando Rossi se caiga de la moto, se suspenderá la carrera el tiempo que haga falta hasta que se reponga y pueda volver (y si se rompe una pierna y hay que parar dos meses, pues nada, qué se le va a hacer...)
  • Cuando a Bolt se le salga una zapatilla en una carrera, los demás deberán también pararse, y ese tiempo se descontará de la marca final, no vaya a ser que se ponga en riesgo un récord, o algo.
  • Si el pulpo Paul se atraganta con un mejillón, se suspenderá el próximo europeo de fútbol hasta que se recupere o se encuentre un sustituto (¿el calamar Charles?)
Nuevos tiempos, nuevas reglas... el deporte evoluciona con la vida y hay que saber adaptarse... ¿pero por qué siempre tendrían que pringar los mismos?

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domingo, 18 de julio de 2010

5 (+1) estilos de dirección

Acabo de leer este artículo sobre liderazgo en El País, escrito a raíz del marcado estilo de dirección que Del Bosque utiliza como entrenador, y me ha venido a la mente los distintos tipos de jefe por los que he ido pasando a lo largo de mi trayectoria profesional. Coincido con el autor del artículo en que, en general, no existe un tipo ideal de jefe, sino que se necesitan personas capaces de adaptar su estilo en función de las necesidades concretas de la empresa o el equipo a dirigir.

También me gustaría señalar que útimamente al jefe se le suele llamar líder, aunque yo creo que en general se confunden los términos, ya que una cosa es que te nombren jefe y otra que te acepten como líder. Una vez leí en algún sitio que el poder te viene desde arriba ("te nombran jefe") mientras que la autoridad te llega desde abajo ("te aceptan como líder"). Por eso es tan importante el papel de "bisagra" que tenemos que realizar los que ahora llaman "mandos intermedios", aunque toda la vida hemos sido conocidos como "jefemierdas", dicho sea con todo el cariño.

Pues recopilando experiencias e ideas, he recordado haber pasado por, al menos los siguientes tipos de jefes (que no siempre líderes):
  • Terminator / Hulk (habla poco pero actúa mucho y casi siempre sin pensar)
  • El negociador (siempre está hablando -a veces incluso gritando- pero no decide)
  • El perro del hortelano (ni come ni deja comer)
  • Spiderman (trepa-muros... seguro que sabéis por dónde voy)
  • El hombre tranquilo (inalterable e inasequible al desaliento)
Lo cierto es que también se ha dado el caso de algún jefe que ha ido pasando por distintas etapas, evolucionando (el caso que recuerdo fue claramente un cambio a mejor), aunque es una minoría. En general, creo que un jefe trata siempre de imponer su estilo al equipo, en lugar de intentar adaptarse; aparentemente es más fácil, pero la realidad dice que es más difícil cambiar a varios que a uno...

Hay un tipo de jefe adicional que he decidido dejar para el final y dedicarle una mención especial:
  • El hombre invisible (o El hombre sin sombra)
Creo que está claro por qué... en mi vida profesional, he pasado por muchas situaciones complicadas... pero quizá la más frustrante es tener un jefe que no esté a la altura de las circunstancias, ni pretenda estarlo; que intente pasar lo más desapercibido posible, caiga quien caiga, y que nunca da la cara.

Me gustaría terminar proponiéndoos otro enlace a un artículo sobre la importancia de tener un buen jefe. La pregunta que me hago muchas veces es ¿reconoceríamos un buen jefe si lo viéramos, o sólo le daríamos el mérito una vez perdido -otro vendrá que bueno me hará-?


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martes, 13 de julio de 2010

¿Por qué penaliza Apple a los early adopters?

Parece claro que en la estrategia de Apple los easy adopters (personas que adoptan rápidamente tecnologías emergentes) deben de ser consierados algo así como “daños colaterales”.

Ocurre prácticamente con todos los últimos lanzamientos de Apple desde hace unos años, que las primeras generaciones de productos cuentan con una relación calidad – precio muy inferior a las siguientes. Esta situación se dió ya con los primeros ipods, cuya batería duraba muy poco, eran más pesados, no eran compatibles con formatos de audio ya extendidos como el mp3… volvió a pasar con el iphone, cuya primera (y casi también segunda) generación tenía unas capacidades muy limitadas: no tenía MMS, la batería era testimonial, no tenía 3G… yo diría incluso que tenía unas capacidades muy por debajo de otros terminales que se podían encontrar en ese momento en el mercado, y que su éxito se debió casi exclusivamente al marketing, al sw y posteriormente a la App Store.

Y ha vuelto a ocurrir con el ipad. Es cierto que como producto parece bastante más acabado que cualquiera de los otros dos ejemplos, pero también parece evidente que Apple se ha guardado capacidades hw para ir sacándolas poco a poco y mantener así la atención sobre el chisme. Cámara frontal, más almacenamiento, pantalla retina, usb… Está claro que tenemos campo de mejora sin recurrir a grandes alardes de imaginación ni inventar nada nuevo.

No sé si en los productos anteriores simplemente se trató de lanzamientos de productos inmaduros, para aprovechar un cierto momento del mercado, pero creo que en este caso se trata simplemente de una estrategia… sacamos un producto limitado, con el que aún así estamos años-luz por delante de la competencia y, cuando la distancia se estreche, vamos añadiendo capacidades sin subir el precio (encima todavía nos convencerán de que es una ganga... más por lo mismo). Quien aún no haya comprado el producto, encontrará el momento de hacerlo al ir introduciendo estas mejoras pero, por contra, quien ya lo tenga (especialmente si lo tiene desde hace poco) se sentirá frustrado al ver que ha realizado una inversión que pocos meses después está desactualizada…

Entendemos el argumento de que los early adopters comprarán pronto sea como sea el gadget; les da igual que tenga cámara frontal o no, por ejemplo (bueno, preferirían que la tuviera, pero asumen la carencia). También entendemos que una parte de ellos volverán a comprar el nuevo producto, simplemente por el placer de tener lo último (otros, no). Pero puede ocurrir también que poco a poco la gente vaya descubriendo que no les conviene comprar las primeras generaciones de productos Apple y decidan esperar un poco, por más que les apetezca o les venga bien el cacharro de turno.

Yo ahora estoy en esa situación. Me encantaba el ipod touch, pero no me lo compré hasta hace unos meses, lo que me ha permitido tener el iphone os4 a pleno rendimiento… me encanta el ipad, pero no me lo compraré hasta que vea que se trata de un producto maduro y estable (desde el punto de vista de su evolución), o encuentre una ganga, que los milagros ocurren a veces. Está bien tener lo último pero, al precio que Apple pone sus productos, creo que debemos pensarnos muy bien el momento de adquirirlos.

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