Estos últimos días hemos visto cómo el sector de la minería del carbón anda revuelto, otra vez. Hemos vuelto a ver imágenes de mineros y afines, perfectamente caracterizados, manifestándose, encerrándose en pozos, cortando carreteras. Y a uno le asalta una sensación total de deja-vu...
Tal vez deba comenzar contando que provengo de Asturias, y, más concretamente, de la zona de las cuencas mineras. Por mi edad, viví en un cierto segundo plano el drama por el que hace diez o quince años se desmanteló casi completamente toda la industria minera de la zona. Y es cierto, es un drama local... Toda una región llevaba más de cien años viviendo (directa o indirectamente) de una industria que, nos guste o no, llevaba muriéndose, lentamente, más de 20 años, aunque nadie parecía estar dándose cuenta. Seguíamos aferrados a la única vida, al único sustento que conocíamos... y, ante su pérdida, nos asustamos. De nuevo, toca hablar de miedo.
Lo cierto es que, varios años depués de que todo se acabara (también en medio de huelgas, encierros y cortes de carreteras), tampoco han cambiado tantas cosas. Siguen existiendo los mismo pueblos, las mismas ciudades. Es cierto: tienen menos habitantes pero, los que quedan, han ido encontrando otras formas de vida. Ahora hay mejores comunicaciones, por lo que es más fácil ir a trabajar a otras ciudades sin cambiarte de casa, hay industrias de transformación, más pequeñas y ágiles, incluso alguna escuela universitaria. El comercio y la hostelería siguen abiertos y funcionando... la economía local sin duda se ha contraído pero, eso sí, ahora el río baja limpio.
Cerrar una industria ruinosa para el país, visto en frío, suele ser una buena decisión. Mantener esa situación de pérdidas, de falta de futuro, artificialmente a base de subvenciones es, desde mi punto de vista (antes implicado pero ahora externo), un error. Y máxime cuando hablamos de contribuir al sostenimiento de una fuente de energía que debemos sustituir por otras más sostenibles y limpias.
He de reconocer que continúo sintiendo cierta empatía cuando veo a los mineros del carbón por la tele. Me recuerda otros tiempos. Pero, en mi opinión, se equivocan... porque lo que deberían pedir no son subvenciones para mantener lo inmantenible, sino una salida, una vía de escape, ayudas para cambiar de actividad y poder dedicarse a algo más fructífero y próspero para todos. Deben pedir suelo barato y subvenciones para que se establezcan (o establecer ellos mismos) nuevas empresas, deben pedir la mejora de las infraestructuras de comunicaciones, deben pedir incentivos a los emprendedores.
Aferrarse al pasado suele ser un error, y lo que uno tiene en un momento dado no es necesariamente mejor que lo que está por venir.
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Opiniones, reflexiones sobre los temas que me interesen en cada momento... públicas si alguien las lee, privadas si no.
lunes, 4 de octubre de 2010
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subvencionar es la formula magia que resuelve todos los problemas
ResponderEliminarBuenas!!
ResponderEliminarrecién "descubierto" este blog y mis felicitaciones.
Totalmente de acuerdo; no tiene sentido subvencionar una fuente de energía de hace siglos cuando se están subvencionando (o estaban, viendo la "nueva norma" que tiene la pinta de cargarse totalmente este sector http://www.cincodias.com/articulo/empresas/APPA-plantea-recurrir-nueva-norma-fotovoltaica-ir-Directivas-europeas/20101001cdscdsemp_11/cdsemp/) la fotovoltaica, por ejemplo.
Sin más, un saludo!
Si los mineros logran sacar subvenciones para unos cuantos años más están diciendo a sus hijos que hay futuro en el carbón. Yo prefiero no engañar a mis hijos.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog. He llegado desde "los monos también curan".
Un saludo,
Gracias por comentar.
ResponderEliminarEn general no estoy completamente en contra de las subvenciones como tal. Sólo creo que son un bien escaso (y de todos) que hay que administrar con cuidado, rigor e inteligencia, para que sirvan para hacer avanzar la sociedad. Invertir en algo que, aparte de negativo para el medio ambiente, no tiene futuro es tirar el dinero. Deberíamos invertir esas mismas cantidades, seguramente en el mismo sitio, pero dedicándolas a nuevas iniciativas que tengan al menos cierto futuro.
Es la historia de una muerte anunciada. Es duro asumirlo pero no se puede pretender seguir viviendo del carbón. Buscar otras formas de vida, si es preciso lejos de dónde se pensaba vivir.
ResponderEliminarSalu2