En plena Mostra de Venecia, y habiendo leído alguno de los demoledores artículos de Boyero al respecto, acabo de recordar lo harto que estoy de ver cómo mes sí, mes también, los artistas más artistas del mundo se dedican a concederse premios los unos a los otros (bueno, casi siempre los unos a los mismos), sin el menor empacho ni vergüenza.
Claro, entendámoslo... los pobrecitos artistas son seres con el ego tan débil, tan alicaídos, tan abandonados, con una vida tan aburrida y triste, que necesitan darse algún "homenajillo" de vez en cuando para aliviarse un poco de tanta desolación. Y, ni cortos ni perezosos, ahí se juntan todos, cargaditos de joyas, de ropa hipercara, de gafas "megafashion" para dejarse ver, aplaudirse unos a otros y enseñarnos al resto de pobres mortales lo bien que viven.
Y es que no conozco a profesionales más adictos a recibir halagos que los actores, músicos y escritores. A cualquiera de nosotros nos llega (tiene que llegarnos) con recibir el pago por nuestro trabajo y alguna que otra palmadita en la espalda (discreta y escasa, generalmente) de nuestro jefe. A ellos, no... ellos necesitan sentirse queridos por ellos mismos; necesitan el reconocimiento explícito y público de sus compañeros (que no siempre amigos) y sus fans... Y así, se inventan concursos sobre algo que es lo más alejado posible de la competición (por subjetivo, probablemente), como es la creación cultural; y así, aparecen engendros como los festivales de cine, los Oscar, los Grammy, etc.
¿Surje todo este sarcasmo que estoy destilando de la envidia? Sí, de la más ruin y desgraciada envidia. Está claro que cualquiera de nosotros, al menos a priori, se cambiaría por cualquiera de ellos. Y digo "a priori" porque, a poco que escarbemos, encontramos que, en general y salvo honrosas excepciones, suelen llevar una vida personal bastante desgraciada. Todos conocemos muchas historias en ese mundillo de parejas de promoción, matrimonios fracasados, adicciones varias, cárcel... así que seguramente no sea oro todo lo que reluzca. En cualquier caso, unos días en Venecia, a cuerpo de rey, respondiendo las mismas preguntas a la prensa una y otra vez, no parece un trabajo excesivamente duro, ¿no?
Por cierto, ¿alguien ha llegado a entender por qué los premios normalmente recaen en películas con una recaudación por debajo de lo esperado? ¿No será que se atiende más a las necesidades de promoción que al valor real de la película? ¿No será todo esto, en definitiva, una gran tomadura de pelo?
Pobrecitos artistas ricos... démosles cariño, que se nos deprimen...
PD: En un ejemplo de la más absoluta incoherencia, y haciendo gala de la envidia que mencionaba antes, acabo de incluir un banner para que podáis votar este blog en los premios Bitácoras 2010 (justo ahí a la izquierda)... ¡¡yo también quiero!!
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miércoles, 8 de septiembre de 2010
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Me parece una tontería de post.
ResponderEliminar@Anónimo: gracias por tu comentario tan constructivo. Imagino que estás involucrado de alguna forma es ese modus vivendi...
ResponderEliminarAnónimo 1 tiene razón. No se entiende que es lo que has querido demostrar. Un post por debajo de lo usual.
ResponderEliminar@Anonimo 2: Deduzco por tu comentario que eres lector habitual. Siento no haber conseguido transmitir en este post lo que pretendía.
ResponderEliminarMi idea era poner sobre la mesa la autocomplacencia que veo en ciertos artistas (sobre todo actores, aunque no sólo) cuando se dedican a entregarse premios los unos a los otros como posesos. Me parece un ejercicio de autoadulación que, en muchos casos, deja de lado (con cierto aire de superioridad) el auténtico premio que son las entradas pagadas por los espectadores. Ese debería ser el premio.
Bueno, seguramente tienes razón y éste no haya sido, en cualquier caso, mi mejor post.