Asistimos estos días a ejemplos públicos y evidentes de coherencia, esa extraña cualidad, normalmente escasa, pero que de vez en cuando aparece con fuerza y se adueña de los titulares informativos
Probablemente el más evidente es el de Álex de la Iglesia quien, descontento con la forma en que los políticos de cualquier signo y condición ignoraron sus esfuerzos por mediar en el conflicto de la ley "Orejones" Sinde, decidió dedicarse a lo suyo, que es el cine. Y es que la gente que trata de pensar por si misma y, además, hacer valer sus propios criterios, no parece tener demasiado sitio en esta sociedad nuestra; ni siquiera si otrora compañera de profesión y actualmente ministra (para desgracia del país) quiso saber nada de acercar posturas. Reconozco que, aunque he visto muchas de sus películas, no toda la filmografía de Álex de la Iglesia me gusta; pero, a partir de ahora, en un intento de mantener la coherencia, trataré de ir a ver sus películas al cine... antes de bajármelas, claro.
Pero hay otros, quizá no tan lustrosos. Porque no deja de ser pura coherencia el tratamiento informativo que estamos sufriendo sobre el caso de Marta del Castillo. Un asunto, sin duda interesante, pero que requeriría la máxima sensibilidad, está siendo arrastrado por el fango de Telecinco y sus secuaces... caiga quien caiga y sufra quien sufra. Lo importante aquí es tener siempre una buena reserva de carnaza que ofrecer a los hambrientos televidentes a la hora de la cena. Puro horror. Pura mierda.
Y coherencia es, igualmente, el bloqueo que Bardem y Pe han levantado en torno a su vida privada y, de manera especial, al nacimiento de su hijo/a. Coherencia por parte de los actores, que defienden su vida privada a capa y espada, pero también por parte de las revistas del corazón, que viven de lo que viven, y venden lo que venden. El mismo juego del gato y el ratón que vemos, con mayor o menor veracidad, continuamente, y que siempre termina igual: el gato pilla al ratón, y se lo come (veamos el caso de la hermana de Letizia o de Fernando Alonso y señora).
Coherencia de Nadal, que no quiso retirarse ante Ferrer, de los sindicatos, que no quisieron abandonar una negociación casi desahuciada sobre las pensiones o de la UCI al sancionar a Contador.
Y es que la coherencia no es siempre algo bueno ni necesario. De hecho, en este blog, no siempre he sido coherente, ni pienso seguir siéndolo. A veces conviene tomar algo de aquí, algo de allí, sin casarse con nadie ni abonarse a una ideología completa. Es lo que deben de pensar Zapatero y su séquito cada vez que adoptan una de sus ya famosas medidas anti crisis...
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