Hace unos días estaba leyendo el último de Ken Follet y me encontré con este titular que no he podido desperdiciar. En el libro, hace referencia a la posibilidad de abrir conversaciones de paz que pudieran dar fin a la primera guerra mundial, sin vencedores ni vencidos, después de varios años de desgaste en las trincheras sin avance alguno. Finalmente esa posibilidad se trunca porque, aunque nadie podía recordar ya por qué luchaban, el mero hecho de ganar se había convertido en el objetivo en si mismo. Ganar por ganar... o ganar para no perder. Sin más.
Esa página me coincidió con el día en que ETA se volvió a poner ante sus votantes para hacer otro acto de campaña... y la relación fue sorprendente de puro clara. De la euforia inicial pasé a la decepción y luego a la tristeza según se iban produciendo las declaraciones de los políticos; el gesto no era el esperado, el definitivo, aunque reconozco que a mi se me parecía notablemente.
Tal vez yo no soy lo suficientemente agudo, lo suficientemetne avispado como para ver las tenues diferencias entre una "tregua indefinida" y un "cese definitivo de la violencia"; y seguro que las hay, porque cuando todos los, habitualmente descoordinados, políticos se pusieron de acuerdo, es que debe haberlas. Pero yo no las veo... o no quiero verlas.
Y no quiero verlas porque reconozco que estoy hasta las pelotas de todo ese asunto de la violencia en el país vasco. Estoy harto de que una panda de mafiosos y traficantes se hagan pasar por salvadores de una patria que ya no les reconoce, que no les necesita para nada, y que no les quiere. Eso es algo que ya saben todos menos unos pocos, que siguen con sus enormes orejas enormemente cerradas. Y estoy harto de que todos los días en las noticias de todas las cadenas haya algún comentario, alguna reseña, sobre el tema.
¿Por qué no dejamos que el asunto se apague, informativamente hablando, como una vela sin cera? ¿Por qué siguen los capitostes de los medios de comunicación empeñados en seguir metiéndonos por la cara un asunto que no nos interesa? Al 99,9% de las personas de este país les da exactamente igual dónde anda Otegi, si se reune o se deja de reunir, si entra en prisión, si hay una micro manifestación en algún pueblo perdido del norte, si hay carteles en las ventanas, o en qué cárcel están los asesinos convictos y confesos y sus cómplices.
Aquel leve riesgo de paz se difuminó como la niebla... pero llegarán otros, sin duda; y alguno aprovecharemos. Brindo por eso.
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