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miércoles, 9 de marzo de 2011

Nueva (y muy católica) rumasa

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Acabo de leer este artículo que tilda de "obscena" la ya famosa correspondencia de Ruiz-Mateos a Botín. Reconozco que, mezclando las palabras "correspondencia obscena", y los nombres de estos dos sujetos, me esperaba descubrir un idilio amoroso entre ambos, aderezado con cartas subidas de tono al estilo de las que el príncipe Carlos de Inglaterra le escribía a su querida Camila.

Al poco de empezar a leer queda claro de que se trata de un amor no correspondido, ya que la comunicación es prácticamente unidireccional: sólo el insigne y destacado empresario se dirige al honrado banquero (y secuaces), sin que éste se digne a prestarle su atención. Debe de ser duro estar en esa situación... ver como cada día tu amado atiende amablemente a otros, no necesariamente mejores ni más guapos que tú, mientras a ti te desplanta. Es de entender que en esta situación Ruiz Mateos desatendiera sus negocios hasta el punto de llevar a sus empresas a la ruina... mal de amores...

Y es que, puestos a buscar culpables o excusas de haber llevado a la quiebra ya a dos grupos empresariales (¿será un récord?), el hecho de que la gestión la realizara principalmente su familia, al más puro estilo regio de hace cinco siglos, seguramente no habrá tenido nada que ver... ya se sabe que grandes mentes engendran, necesariamente, grandes mentes. Y donde esté la fuerza de la sangre, que se quite un buen contrato laboral...

Seguramente tampoco habrá tenido nada que ver en este desastre el hecho de que utilizara estas empresas para generar ingresos para la Iglesia Católica. Invertir, exprimir, desinvertir. Y lo que se ha sacado, sacado queda, y aquí ya no vuelve. Pecados no le quedará ninguno, ni a él, ni a su señora (y durmiente futbolera) esposa, ni a ninguno de su caterva de hijos, a juzgar por la cantidad de pasta que ha debido de donar esta insigne familia a lo largo de los años...

Pero, señor Botín, ¿por qué le hace usted esto a su pretendiente? ¿no se da cuenta de que muere de amor por usted? ¿no se da cuenta de la cantidad de nuevos parados que tendremos por su falta de atención? ¿no tiene usted sensibilidad?

Además, aunque el Papa y toda su recua de fatuos esté pertinazmente opuesto al matrimonio entre personas del mismo sexo, en el caso de un contribuyente tan insigne como el señor Ruiz Mateos seguro que hacen una excepción... o, al menos, la vista gorda. Así que esta unión contaría con el beneplácito de toda la curia...

Qué pena, qué gran desastre... con la buena pareja que hubieran hecho.

PD: Propongo una recogida de firmas para que la Iglesia "despenalice" el suicidio y este señor se pueda pegar "el tiro" tranquilamente, sin remordimientos...


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jueves, 3 de marzo de 2011

Atascos y límites de velocidad

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He estado unos días de vacaciones, razonablemente apartado de la actualidad, y he vuelto a tocar suelo (o casi), a despertarme, con la noticia de los famosos 110 km/h de limitación en las autovías. Lo leí en un periódico on line una noche y, a la mañana siguiente, al ir a trabajar, mi velocidad media por la M-40 (circunvalación de Madrid con cuatro carriles en cada sentido y limitación a 100 km/h) fue de unos 30 km/h de media debido al enorme atasco... y luego caí en que, claro, era primero de mes.

El párrafo anterior creo que describe una de las situaciones más absurdas sobre las que he escrito desde que comencé con este blog.

Tenemos que ahorrar combustible porque es bueno para el país; y hay que hacerlo con urgencia, porque el precio del petróleo está subiendo de tal forma, que lo mismo dispara la inflacción. Vaya. Resulta que ya no compensa todo lo que pagamos en impuestos en cada litro de gasolina que quemamos... ahora hay que ahorrar precipitada, casi convulsivamente...

Pues si hay que ahorrar, ¿por qué no prohibimos directamente circular con vehículos privados dentro del centro de las ciudades? Sí, ya sé que Fernando Alonso dijo algo parecido, no pretendo ser original. Bueno, yo creo que tengo la respuesta: porque no se puede organizar algo así precipitadamente. Hay que reforzar el transporte público (al menos, incrementando drásticamente la frecuencia de las líneas de autobuses o trenes ya existentes), construir aparcamientos disuasorios en las afueras, organizar el tráfico de los residentes en el interior, incorporar medidas de control de los accesos... Vamos, un follón... sobre todo, si lo comparamos con la simplicidad de tapar unas señales con pegatinas... dónde va usted a parar.

Y casi mejor no hablamos de establecer un tejido investigador alrededor de las energías renovables que, a la vez que reducen la contaminación, incrementan nuestra independencia energética. Para eso habría hasta que pensar...

Pero si lo que se pretende, por otro lado, es controlar la inflacción, hay otra opción: forzar la bajada (o al menos la estabilización) del precio de los combustibles. Pueden fijar un máximo por decreto (antes lo había y seguro que puede volver a ponerse), o bien pueden reducir los impuestos para compensar la subida del precio del petróleo. Ah, no, claro, que esto no nos viene bien porque, o bien cabreamos a las multinacionales, o bien reducimos ingresos... y no está el horno para esos bollos.

Y aún hay quien va un paso más allá y dice que es para reducir accidentes... vamos, no me jodas (perdón).  Alineando esta medida con esa otra que va a limitar la velocidad en ciudad a 30 km/h para reducir el riesgo de muerte por atropello. Por reducción al absurdo, lo ideal sería limitar la velocidad a 0 km/h, donde el riesgo es, también, 0. Ya veremos cuando intenten reducir el riesgo de que te caiga un piano en la cabeza qué hacen...

Por otro lado, ¿hay alguien que piense seriamente en hacerse 600 km por la A-6 a una media de 110 km/h? ¿Pero esta gente cuánto cree que vale mi tiempo? ¿y si resulta que, después de todo, no me da la gana de ahorrar? Bueno, claro, tendré que ahorrar para multas (que es la otra derivada que nos viene a la cabeza a todos).

No me negaréis que me ha quedado un post absurdo de narices. Me dan ganas de cerrarlo parafraseando a Groucho Marx: estas son mis opiniones; si no le gustan, tengo otras.

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